Vera Roca
“La naturaleza contiene el código
universal de nuestra esencia.”

La geometría como respiración del mundo
Sobre la obra de Vera Roca
La geometría es, para Vera Roca, la base de toda creación.
Más que un cálculo, es una forma de respiración.
En su universo, la estructura actúa como principio vital: una energía invisible que sostiene lo existente y le confiere identidad.
Cada línea, cada volumen, cada vibración cromática contienen una conciencia silenciosa que se manifiesta a través de la forma.
Su obra nace de una intuición radical: toda estructura posee energía, y esa energía constituye su vida interior.
Percibe en cada construcción - pictórica o escultórica- una conciencia que organiza el caos y orienta la materia hacia el orden.
Cada pieza es un organismo simbólico, una membrana sensible donde la energía se condensa en ritmo y el ritmo se transforma en pensamiento.
En sus composiciones, la simetría adquiere movimiento y el equilibrio se convierte en pulso.
En sus esculturas, el espacio se vuelve respiración: un campo de fuerzas que no delimita, sino que expande.
Las superficies, los ángulos, las tensiones materiales parecen dialogar con una energía anterior a la forma, como si la materia recordara su origen geométrico.
Esa vibración, serena y expansiva a la vez, define su lenguaje: una práctica que piensa desde la estructura y siente desde la energía.
En el corazón de su trabajo habita una certeza: la geometría guarda los códigos del cosmos.
El triángulo, el círculo, el cuadrado y el hexágono son para ella presencias vivas, arquitecturas primordiales de la conciencia.
En ellas resuena una sabiduría ancestral que enlaza los templos egipcios y las catedrales góticas con la abstracción moderna.
Vera prolonga esa tradición espiritual que entiende la geometría como escritura sagrada de la materia y la energía.
Su genealogía es múltiple.
De Frank Stella asimila la precisión rítmica, la arquitectura del color y la fuerza expansiva del plano que se proyecta hacia el espacio.
De Bachelard hereda la convicción de que cada forma encierra una poética del espacio, una energía que habita lo íntimo y lo cósmico al mismo tiempo.
De Nietzsche incorpora la afirmación vital del movimiento, la certeza de que la energía engendra el orden y lo mantiene vivo.
Su pintura y su escultura se mueven entre esas tres dimensiones - estructural, poética y afirmativa- hasta alcanzar una síntesis donde pensar es también respirar.
El color, en su trabajo, irradia.
En los cuadros, los pigmentos actúan como frecuencias: azules que abren profundidad, rojos que densifican la materia, amarillos que expanden la luz.
En las esculturas, el color se integra al material como si emanara de su interior.
Cada tono vibra dentro de la estructura como una nota en una escala secreta.
Forma, materia y color se enlazan en una respiración común, donde todo participa del mismo pulso.
La belleza aparece como el resplandor del orden.
Es el instante en que energía y estructura coinciden en su tensión justa, cuando la coherencia interior se vuelve visible.
Esa belleza revela: su claridad procede del equilibrio entre la conciencia humana y la ley que sostiene el universo.
Vera Roca traduce una ley universal en gesto visible.
Su geometría es orgánica; su color, respiración; su composición, memoria cósmica.
Su obra prolonga la abstracción espiritual del siglo XX de Hilma af Klint y Kandinsky a Mondrian y Malevich y la reinterpreta desde una sensibilidad contemporánea, corporal, energética y femenina.
En ella conviven la disciplina constructiva y la intuición mística, la medida y el aliento, el espacio y la materia.
En una época dominada por la dispersión y la velocidad, su obra ofrece una pausa esencial: una quietud que concentra, un silencio que irradia.
Sus esculturas introducen al espectador en una experiencia física del equilibrio, donde el cuerpo percibe la respiración del espacio.
Sus pinturas abren ventanas vibrantes en el plano, invitando a una contemplación que es también expansión interior.
Al entrar en contacto con su trabajo, el espectador percibe que su propia respiración coincide con la del mundo.
Su práctica configura una estética del equilibrio vivo: una poética donde la estructura vibra, la energía se ordena y la conciencia se expande.
En esa confluencia, el arte recupera su sentido original y recuerda la armonía del mundo.
La obra de Vera Roca se inscribe en una genealogía que va de los constructivistas a Agnes Martin, de Frank Stella a James Turrell, y se sostiene en una voz propia: la de una artista que concibe la geometría como cuerpo que respira y como forma de conocimiento.
Cada una de sus obras es un punto de unión entre lo visible y lo esencial, entre la materia y su conciencia.
Una estructura que vibra, una energía que florece, una belleza que ordena el infinito.
En su pintura y en su escultura, la geometría se convierte en presencia viva: la respiración misma del mundo.
Christian Domínguez
Madrid 2025